La flamante formación de Catupecu Machu se presentará este martes en Gap: sonarán las baterías de Abril Soca y Julián Gondell, más el bajo de Charlie Noguera y la guitarra y voz de Fernando Ruiz Díaz. Cómo se gestó esta nueva etapa, la figura omnipresente de Gabriel y la permanente búsqueda de espiritualidad a través de la música.
Animal salvaje, que muta y adquiere nuevas caras a medida que corre y recorre la vida, Catupecu Machu regresó, después de cinco años de silencio. “Me cuesta decir que es una vuelta, es una reencarnación”, dispara Fernando Ruiz Díaz antes del recital que realizará en Mar del Plata. Será este martes 21 de febrero en el escenario de Gap (Constitución 5780), oportunidad en la que planean reencontrarse con su público local y con los hijos y las hijas de sus seguidores de siempre.
“Hay gente que no nos vio nunca y nos verá ahora, por primera vez, hay nuevas generaciones, que tienen dieciocho años y nunca vieron a Catepecu” en vivo, analiza el cantante en una entrevista con LA CAPITAL.
“Cualquier cosa que hagas en cualquier manifestación artística, si no sirve para elevarte y para elevar a los demás, no tiene sentido”
Nada de lógica ni de estrategia de mercado se teje en este regreso, apunta Ruiz Díaz. Para al artista todo es cuestión de magia, la misma que los unió por primera vez, la misma que se activó tras la muerte de su hermano Gabriel Ruiz Díaz, quien falleció en 2021 tras quince años de permanecer inmovilizado a causa de un accidente, la misma que, desde entonces, permaneció latente.
“Esto es como la magia, digamos todo es parte de la magia”, comenta y habla de lo sagrado, de donde entiende viene su enorme compromiso con la música y con el arte.
“Trato de meterme en lo profundo, en lo sagrado, en lo que es divino. El mar está ahí afuera y vos no ves lo que pasa abajo, si te ponés a bucear y empezás a mirar vas a ver un universo que es más grande que el que vivimos en la tierra”, compara la música con sus otros amores: el mar, el surf y Chapadmalal, donde acaba de vacacionar.
Después de Mar del Plata, esta nueva Catupecu prepara su presentación en el Movistar Arena, donde grabarán un disco en vivo con las canciones de la banda tocadas con esta potente formación, que integran Abril Soca y Julián Gondell en baterías, Charlie Noguera en bajo y Fernando Ruiz Díaz en voz y guitarra.
“Nosotros decimos que nos juntó Gabriel y que pasaron un montón de cosas alucinantes”
-¿Cómo se dio esta reencarnación de Catupecu, como vos la llamás?
-Después del homenaje a mi hermano Gabriel, que fue en el Quilmes Rock, yo convoqué a las formaciones diferentes de Catupecu, a todos los músicos. A la semana tocábamos con Vanthra en Mendoza y de los tres temas que hicimos con Abril (Sosa) y con Juli Gondell empezamos en la prueba de sonido a sumar seis temas más. Estaba Abril, yo y eso es Catupecu, Gabriel no estaba más. Y se empezó a dar, se empezó a dar así. No fue una decisión, fue como que nos pasó un poco por arriba y nos encontramos enseguida haciendo shows multitudinarios en Chile, en Paraguay, en Colombia, participamos en festivales y se fue dando. Ahí decidimos hacer un estadio de Obras a fin del año pasado. Y bueno, empezó a pasar todo lo que está pasando, que es hermoso. Este es un Catupecu reencarnado, es diferente, tiene dos baterías y con una frescura como siempre vivimos las cosas. Es algo que me tomó de sorpresa, no solo a la gente.
-¿Fue emocional?
-Emocionalmente, fue como un tsunami de emociones que pasaron. Nosotros decimos que nos juntó Gabriel y que pasaron un montón de cosas alucinantes: mi reencuentro con Abril (Sosa, cofundador de Catupecu) fue tres días antes de que se vaya Gaby, por eso un poco todos sentimos que Gaby dijo “bueno, puedo partir tranquilo”. Esto fue la magia, digamos que forma todo parte de la magia y por eso también dijimos “bueno tanta gente pidiendo en Mar del Plata que vayamos y bueno, vamos allá”. Es un lugar en el que hemos sido muy felices.
-¿La energía entre Abril y vos estaba intacta, era fresca?
-Justamente Vanthra me devolvió la frescura en un montón de cosas y me encontré feliz y con energía nuevamente o por lo menos con la energía que a mí me gusta de la música. Y este reencuentro con Abril, nosotros somos hermanos y más allá de que no tocamos por veinte años, humanamente siempre estuvimos juntos y vinculados. Esto es una cosa que te pasa por arriba, por lo menos es mi manera de verlo: cuando me han bajado las grandes canciones o lo que sea no lo puedo racionalizar mucho, no puedo decir “voy a componer” porque la magia viene, sucede. Esto fue de esa manera, ligado a la magia. Como cuando escribí Cuentos decapitados, que dice “Yo sé que lo bueno siempre vino corriendo”.
-¿La música es un camino hacia lo espiritual?
-En mi caso fue el camino. Es la manera que tenemos nosotros de meditar y de vivir lo sagrado. Para mí cualquier cosa que vos hagas en cualquier manifestación artística, si no sirve para elevarte y para elevar a los demás, no tiene sentido. Después lo otro es como algo más trivial, pero no es el caso de lo que siempre vivimos. Fernando Aguerre, gran personaje de Mar del Plata que es como un hermano muy importante en mi vida, nos dijo después del Quilmes Rock cuando yo le hablaba de esta reencarnación de Catupecu, que es mucho más que una vuelta, porque una vuelta sería con todos los miembros originales y en este caso es otra mutación, como si el reptil hubiera cambiado la piel otra vez, entonces él me dijo que era la resurrección de Gaby a través de Catupecu. Y realmente me sentó muy bien eso, cuando me lo dijo. Es la resurrección de Gaby a través de esta reencarnación. Eso es un poco lo que vivimos y lo que pienso. El nivel de emocionalidad que se está manejando en cada show es muy importante, muy profundo, muy fuerte.
-Tu aspecto en el escenario simula ser la de un monje oriental: túnica, cabeza rapada, mensaje espiritual…
-Para mí siempre se trató del espíritu y de llevar la condición del ser humano más allá. Entonces, ligado a esto sagrado que te digo, para mí que vuelva Catupecu no era algo que estaba esperando. Por eso no lo llamo una vuelta, una vuelta es como volver atrás y esto es algo con un presente mirando para adelante. Yo siempre busqué a través de la música, en mi vida y en mis actos estar en el tiempo presente, en el momento y vivirlo. Este es un Catupecu que no está pensando en el futuro ni en el pasado, está viviendo el presente parado sobre los hombros de un gigante. Catupecu es un gigante que podríamos no tocarlo nunca más en la vida, ya están las canciones en el mundo, en todos lados, traducidas a otros idiomas. Pero me parece que esta es la única manera en que podemos vivirlo. Pienso que es la forma en que hay que vivir todas las cosas, en mi caso a mí me tocó a través de la música, Dalí, no es por ponerme a su altura, lo hizo con la pintura, Van Gogh también y Paul Auster con la escritura. Hay otros artistas que lo viven de otra manera. Para mí es tratar de meternos en lo profundo, en lo sagrado, en lo que es divino.
-¿Esta búsqueda se potenció a partir del accidente de Gabriel y después, con su muerte?
-No, siempre fue. Un día Zeta Bozio, que fue bajista de Soda Stereo y de Catupecu, me dijo que nuestro primer disco es mejor que el primero de Soda, y es por cierta forma de profundidad, por esa cosa que si vos te fijás tiene ese disco, en la canción La llama o en la canción Un lugar: “En un lugar donde el tiempo no corre donde nada se llama donde simplemente sos”, que escribió Gaby. Éramos chicos buscando respuestas y encontrándolas también a través de la música. Eso siempre estuvo en el estado en que estábamos en ese momento y de la forma en que podíamos hacerlo con la edad que teníamos o con la percepción de las cosas. Sí hay cosas que para mí ahora son mucho más profundas que antes, pero no sé si por la edad, por la muerte de Gaby, por el nacimiento de mi hija o por el compromiso que en mi caso y en el caso de nosotros tenemos cada vez más con la música. Obviamente cuando tenés una pérdida tan grande como la que tuvimos nosotros con Gabriel hay cosas que se profundizan más y que tienen otra relevancia. Habremos nacido para hacer esto de la forma en que lo hacemos.
-Mariana Baraj fue integrante en una de las primeras formaciones de Catupecu, ¿pensaste o pensaron en incorporar a una mujer en este nueva etapa?
-Al principio nosotros éramos un trío: Gabriel Ruiz Díaz, Fernando Rodríguez y Marcelo Baraj y después se incorporó Mariana. Ella no estaba en todos los show, pero hubo un momento que éramos los hermanos Baraj y los hermanos Ruiz Díaz. El camino se dio así, yo soy muy de vivir las cosas como van pasando, no racionalizo mucho. Yo no quería ser padre pero si lo era quería una mujer. Nunca fuimos un grupo de música para machos. Siempre fuimos muy precursores, nos venían a ver gays, lesbianas y muchas mujeres, ahora es más normal pero al principio no. Siempre estuvimos en ese camino.